Fragmentaria, tomo I


Fragmentaria, tomo I

Curaduría Susana García Pino

Casa Museo Oswaldo Guayasamín. La Habana, Cuba.

2017


TÚ, YO, TODAS, NOSOTRAS

El concepto de feminidad es un término que se ha usado indiscriminadamente para hablar de los derechos de las mujeres y las diferentes facetas por las que pasan en la vida. Desde niñas nos enseñan a comportamos y mantener ciertos patrones de conducta que irremediablemente nos llevan a una definición estereotipada. Pero aquí no estamos hablando necesariamente del Segundo Sexo y de Simone de Beauvoir, sino de ser mujer plena y completa, la atención sobre la magnitud femenina que se puede apreciar en la obra de Patssy Higuchi.

Las piezas de esta artista se pueden contemplar en toda su dimensión en la Casa Oswaldo Guayasamín en La Habana y es que su uso de los diversos modelos de identidad a los que como mujeres estamos expuestas, son el motivo de una serie de cuestionamientos que partiendo de su experiencia personal utiliza para elaborar un discurso que da la posibilidad de llamarnos “incompletas” y poder disfrutarlo. Muñecas, torsos, cabezas, partes de un todo, juegos de tazas, libros y más conforman el gran universo de trabajos que en pintura, grabado, cerámica, fotografía, técnica mixta y collage conforman la muestra Fragmentaria, tomo I.

La recolección de diversos materiales le permiten realizar las obras en lo que Patssy denomina técnica mixta: papel, cartón, tela, botones, hojas, entre otros, conforman un universo otro que habla de los estereotipos en las mujeres y como todavía no podemos desprendernos totalmente. Los modelos que nos impone la sociedad están presenten en sus obras con las cuquitas, muñecas que nuestros padres nos compraban de niñas y en las que podíamos cambiarles el pelo, la ropa y los zapatos a nuestra consideración. Lo que desconocíamos entonces era en cómo nos convertiríamos en esas muñecas y nuestros modelos podrían cambiar drásticamente.

Caperucita Roja, Alicia en el país de las Maravillas y Pulgarcita, son algunos de los cuentos infantiles que después de releerlos, desarticula su contenido y los muestra en varias de sus obras, incluidos los libros arte y la cerámica. Con esta última las piezas (cafeteras, tazas, cucharas) representan el contenedor de las narraciones. Objetos que se vuelven parte de la vida misma y que tienen la intención de simular cuentos infantiles sin precisamente serlo.

Con cuatro décadas de vida, tres hijos, un esposo y además hija, hermana y mujer, la llevan a tomar una serie de circunstancias familiares que la hacen crecer en el reconocimiento personal. Torsos, cuerpos fragmentados, colores brillantes y llamativos forman parte de sus pinturas y grabados que, aunque presentan mucha información visual del mundo, tienen de experiencias propias vividas y de fortaleza. No podemos encasillar a Patssy Higuchi en un género ni en una manifestación. Ella como su obra es fuerte e independiente y su segunda muestra personal en La Habana lo demuestra. Fragmentaria, tomo I es parte de la construcción de una estrategia de mostrarse en partes.

Susana García Pino


PHilo A SU ANTOJO.

La totalidad, la naturaleza del todo en su contradicción más poética y amplia termina por enunciar tan solo a las partes involucradas y nuestro deseo a ultranza de alcanzar a comprender hasta el más mínimo detalle. Estas partes en la realidad que habitamos –o desenvolvemos- nos recuerdan que la subjetividad del todo se nos vuelve a figurar en más de un sentido como fragmentos. Las caras vistas (léase también partes) muestran el espejismo de una totalidad aparente, inmersa cada vez más en la comprensión de sus partes, y la compleja simulación a la que nos expone toda experiencia adquirida a través de los sentidos. Así como nuestro cerebro le atribuye tridimensionalidad a lo que en primera instancia percibe en el plano y tiende a sumar varias vistas para configurar los supuestos de una engañosa realidad tridimensional, así mismo reconoce y presenta Patssy Higuchi con un adjetivo una serie de fragmentos que desmienten la posibilidad de un ser total y completo ante los ojos del otro y en muchos casos también ante los propios.

Con FRAGMENTARIA, TOMO I la artista da inicio a un desmedido (tal vez destinado al inconcluso) esfuerzo en el ejercicio de las artes visuales por mostrar “las” –quizás un las totalizadora- partes que han nutrido de experiencias su existencia y que han terminado por dibujar el tipo de mujer que es. Mujer que se regodea en dar prioridad a los fragmentos que la conforman sin urgencias. Hablamos de la fragmentación del supuesto entero con la intención de mostrar y hablar de los detalles que lo conforman, en ningún caso de los pedazos desde la rotura. Por eso es pertinente prestar atención a la precisión de sus cortes. Vislumbro el esfuerzo como destinado a ser inconcluso, ya que en el ejercicio solo llegaría a mostrar los fragmentos escogidos, ¨con esta sí, con esta no¨ según demanda su interés, siempre marginando otros.

Reconocerse y exponerse ante desconocidos como un ser incompleto no está a la moda ni es políticamente correcto. Tampoco está a la altura de nuestras más recientes exigencias sociales sobre la imagen pública que debiera proyectar cualquiera que aspire a un mínimo de reconocimiento. Patssy Higuchi conoce perfectamente este paradigma y lo desdeña desde que tuvo conciencia de sus visibles diferencias con el entorno inmediato. Esta fémina indulgente ha concentrado sus recursos en vivir y crear dando una sustantiva cuota de valor a la experiencia personal más allá del ámbito de lo cotidiano, siempre cuestionando desde la praxis los cánones de su formación, los clises impuestos por el entorno y las expectativas que de ella se han creado los allegados  -familia, amigos, colegas y demás-.

El dominio pertinente de viejos oficios, como son la cerámica y la pintura han sido cómplices de Patssy Higuchi para recrear historias próximas a sus referentes inmediatos con soluciones que enfatizan el vínculo de la materialidad con el relato. Las historias presentes en una taza o juego de té, en un cuaderno o pliego de papel calado y escrito a mano, en la hechura de un cubierto divino sacado de cuentos de hadas tienden a transportarnos al ideal de sus escenarios y con ello construimos un puente a nuestras experiencias, a los relatos que la conformaron, a las historias que nos condujeron a crear nuestros primeros juicios de valor y en el encantamiento nos vemos evocando vericuetos de nuestra memoria afectiva. El uso de nuevas tecnologías y sus soluciones visuales fluyen sin el desmedro del gusto que tiene por las aplicaciones de las bellas artes. Con una mirada parcializada y escudriñadora lleva la lente a recorrer superficies que encarnan un relato mayor. Involucra en la búsqueda cualquier dispositivo a la mano (teléfono o tablet) para registrar estos fragmentos y les permite (o juega a) dejar los rasgos de su carácter. Solo con el interés puesto en el detalle de una historia conocida (como suelen ser las expresiones faciales) para traducirlo ampliado e impreso mostrando en sus detalles la reconocible ambigüedad que poseen (un ojo tras la mirada esquiva) y hacer figurar una vez más lo cuestionable de la multiplicidad de fragmentos que arman las historias por las que ha transitado esta mujer, y porque no decirlo, también su cuerpo.

FRAGMENTARIA, TOMO I es la primera muestra de un grupo más amplio de obras. En estas la artista ha partido del reencuentro con experiencias muy específicas que ilustran, sin militancia y con sutilezas, cómo las influencias del entorno inmediato intentan aún hoy establecer parámetros y encausar normas con la intención de manipular a la colectividad. En los recortables para ensamblar impresos en revistas halla una clara manipulación de las identidades de género y con ellos un patrón dictado de supuestas buenas maneras. En el sustrato de los cuentos clásicos, en los juegos y rondas infantiles así como en otras cambiantes narraciones orales, Patssy Higuchi choca con las entrelineas que de perversas maneras insisten ‘’proponer’’ obediencia. Mejor no seguir por este camino para evitar un encuentro con el lobo.

Enunciar desde el título de la muestra que se trata del TOMO I, en una estrategia que advierte la existencia de más fragmentos en la elaboración de su discurso. Dejándonos entrever el cuidado con que esta artista articula una serie amplia de relatos que cuestionan la constitución de una identidad a partir de pedazos. Reiterando que aquí solamente asistimos a fragmentos de su intención. Al atribuirle al proyecto un término casi exclusivo hoy del mundo literario enfatiza su condición de narración articulada en partes e invita a transitar estos fragmentos como  desmembrados o detalles de una ilusoria e hipotética totalidad. 

Sin negarse la posibilidad de reconocer en la suma de las partes la aproximación más viable a la figuración de su individualidad, Patssy Higuchi deja ver que está sujeta a muchísimas transfiguraciones y muestra sus prioridades en la elección de sus intereses. Esta mujer se reconoce y presenta como un ser en formación nutrida de variadísimos fragmentos y aún en plena búsqueda de los atributos y facultades que le permitan la construcción de una individualidad a su antojo.

Alejandro Alexis García


LA RECORTADA

Coyolxauhqui es una diosa nahua que siempre se representa como una mujer fragmentada.

La fragmentación pareciera distingir a las últimas obras de Patssy Higuchi. Incluso en su diversidad de técnicas y lenguajes: pinturas, dibujos, collages, cerámicas.

Pero además en todas ellas aparecen figuras femeninas también seccionadas, siempre incompletas.

La deidad es desmembrada por enfrentar a su madre.

Las mujeres fraccionadas aparecen en la obra de Higuchi luego de tener ella nuevamente un hijo. Una hija, para ser más precisas. La primera niña, tras dos varones.

La vuelta a los orígenes. Desde la experiencia renovada de la maternidad a la memoria reprimida del nacimiento propio. Y de allí al Estadío del Espejo (Lacan). La búsqueda ansiosa de la imagen especular. Y su eterno retorno.

Señas perdidas de la madre, redescubiertas ahora en el reflejo de su hija.

El imago, la identidad del deseo que surge de lo hecho pedazos. Aquello que sobrevive la autopercepción inicial de nuestro cuerpo como trozos, antes que como individuos. O individuales. Ese todo que se recompone está formado de restos y partes, desechos propios y ajenos.  Incluso de la madre.

Identificaciones que nos muestran incompletas. Esa pérdida que debe ser prontamente asumida para la conformación de la psique femenina. Como si nos faltara una pieza. Muñecas mal armadas en un ensamblaje realizado por otro. Otra (la Madre). Nunca por una misma.

Ese admitir que estamos “mal hechas” ––o incluso “falladas”–– es nuestra iniciación en el papel femenino. Pero la castración que es así hablada, habla al mismo tiempo de un deseo de reconstrucción. De tener deseos nuevos.

El deseo que en Higuchi renace con la (a)parición de su única hija. Y de los recuerdos de la infancia propia que ello suscita. Las carencias más pueriles, que son las más significativas, vuelven para desarmarla. Y recomponerla.

Como en un rompecabezas: la identidad que se reensambla desde los restos. Residuos que son evocaciones primordiales. Incluso prenatales. Viscerales, como en algunos detalles que perturban los autorretratos desplazados que configuran esta muestra. Particularmente ––es significativo–– en los dibujos “recortables”.

“Muñequitas de papel”, o modelos tomadas de las revistas femeninas que pertenecieron a la madre. Niñas “bonitas”, “lindas”, “bellas”, aquí descritas también mediante definiciones textuales. Y mutiladas por los procedimientos artísticos. Cuerpos construidos / destruidos / desconstruidos.

Como en una toma de control de la imagen femenina. De las imágenes y de su percepción misma. Ahora es Higuchi la que corta y recorta para reclamar cada señal del cuerpo. De los cuerpos: el de la madre, el de la hija, el suyo propio.

Juegos de infancia que se trasladan a los juegos de té, moldeados en cerámicas sobre las que Higuchi escribe y pinta –separadas– las frases de canciones que rondaron nuestra niñez. Oraciones dulces y perversas que se quisieron imperativas. Pero ahora la artista escoge qué taza o plato usar. O desechar. O guardar. Lo Simbólico que reordena lo Real. No para meramente unificar o configurar, sino para re-formar.

Re-construir, desde la aceptación de lo fragmentado. Y del vacío. Re-conocerse como finalmente incompleta. Un goce. Y una angustia.

Como en la gestualidad, insinuante o seductora, de las cabezas sin cuerpo  que pinta. O las risueñas poses de los cuerpos sin cabeza que dibuja. Retratos desmembrados. Castraciones festivas.

Patssy Higuchi es otra Coyolxauhqui. Una mujer hecha pedazos que se sabe a sí misma, que se reconoce, desde restos y como rastros.

Susana Torres