Las preguntas

Las preguntas

Curaduría Jorge Villacorta

Sala Luis Miró Quesada Garland

Lima, Perú.

2017 – 2018


LA PINTURA COMO ACTO PÚBLICO

Se ha sugerido alguna vez que un rostro ampliado a una escala fuera de toda proporción es un acontecimiento sin precedentes. Así ocurre cuando se produce un acercamiento potente a una cara en una película de cine. El rostro acontece en nosotros, se impone a nuestro mundo y experimentamos los rasgos familiares casi como accidentes en un territorio desconocido. La manifestación del rostro a una escala mayor del natural es un desafío a la modalidad más común y corriente del retrato, que es la que en el caso del documento identitario nos somete al control del Estado.

Patssy Higuchi ha pintado caras y cabezas de mujer como si se tratara de eventos sin precedentes. Mientras otros retratan fotográficamente y amplían al copiar, ella traspone sus fuentes fotográficas a una escala completamente desmesurada mediante el dibujo y luego las pinta, extenuando el cuerpo en el esfuerzo pues en esas dimensiones el que pinta se exige un trabajo no habitual en el orden de las cosas. Es un agrandamiento al que nos han acostumbrado las vallas publicitarias, pero del que rara vez nos damos cuenta porque la invitación a consumir que nos hacen es siempre a distancia.

La frase adjetival en inglés larger than life sugiere algo que nació con las estrellas de cine y su presencia desmaterializada en la gran pantalla, the silver screen o la pantalla de plata;  no sabría decir si por la naturaleza fotográfica-argéntica de la película o por puro glamour. También nos dice algo sobre el manejo de las presencias que hace la publicidad. Las impresiones en superficies inmensas nos hacen la promesa de que las cosas pueden cambiarnos, nos revelan lo que queremos y nos dejan plenamente convencidos de que lo queremos ahora mismo; y –esto es lo más importante-, de que está al alcance de la mano (con dinero, sí, pero preferentemente con tarjeta de crédito). Los rostros en las vallas prometen intimidad y los cuerpos, placer, en una abundancia –una desmesura-, más allá de lo que con nuestro rostro o nuestro cuerpo podríamos afirmar.

Y de algún extraño modo, todo en nuestro entorno consciente frecuentemente aparece más allá del disfrute de la vida que confiamos que nos corresponde. Un rostro es una vía de ingreso a la intimidad pero también puede ser percibido como una barrera. Nos exigimos leer rostros más de la cuenta la mayor parte del tiempo, y es parte del meollo y dilema de la comunicación humana. En estos tiempos de presencias virtuales el rostro es una máscara muy a menudo eficaz, pero es igualmente un desnudamiento al nivel más hondamente zoológico que uno puede rozar. Francis Bacon sabía esto ciertamente.  

La pintura es una actividad contemporánea que nos aleja marcadamente del ámbito de la zoología y nos ubica firmemente en el de la cultura. Es una aventura de inmersión total para quien la practica. Nos introduce en el ámbito de las múltiples lecturas que hacemos acerca de lo que nos rodea (y que a algunos nos impelen siempre a hacer análisis y diagnósticos de lo que existe).

Patssy Higuchi ejerce una forma particular de escritura en su pintura y, a su manera, ausculta lo femenino y diagnostica en una modalidad silenciosa. Su pintura ahora, en esta exposición, es un acto público y cada quien debe sacar sus conclusiones del fondo mismo de sus contradicciones personales.  

Jorge Villacorta Chávez.

Diciembre de 2017


Ni coser ni bordar. El imaginario de Patssy Higuchi

En diciembre de 2016 Patssy Higuchi expuso en la Casa Museo Oswaldo Guayasamín, hermosa edificación ubicada en el mismo centro de La Habana Colonial, un conjunto selecto de sus obras, no todas. Bajo el título Fragmentaria Tomo I combinó trabajos bidimensionales y de naturaleza tridimensional-objetual, suficiente para dejar entrever algunas de las inquietudes raigales y las coordenadas movilizadoras de su producción.

El título sustentaba un concepto en proceso, concebido como serie, sobre la que piensa volver una y otra vez, revisitando nuevas experiencias. Como enunciado podría muy bien hacer suyas las ideas de Andrea Huyssen acerca del intento por parte de los sujetos cada día más fragmentados de vivir con los fragmentos y operar con ellos en identidades inestables lejos de perseguir a ultranza una unidad huidiza o totalidad.

Higuchi cubre un inmenso pero a la vez preciso terreno de referencias culturales. Es una artista de la poética femenina. Eso nadie lo pone en duda. Y digo esto porque no creo le acomode el calificativo de feminista. Hasta donde he podido apreciar, aprovecha por supuesto las fisuras abiertas por los discursos feministas, pero sin suscribir sus argumentos radicales, más acorde con el emerger de una sensibilidad opuesta a las convenciones masculinas a la hora de definir la feminidad desde fuera, a contrapelo de la polaridad antagónica preestablecida por relaciones de poder en una cultura patrilineal, expresión de fecundidad, vulnerabilidad, represión y diferencia por los planteos de género.

Esa cualidad la inserta de lleno en una zona de arte en el subcontinente posicionada en la reificación de la experiencia personal e identitaria, la potenciación del canon de género o el desmonte de la condición de subalternidad. Contextualizando el asunto en la enjundiosa escena visual peruana, con su tradición fotográfica, sus desarrollos pictóricos e instalativos, o las más recientes intensidades del video y la performance, sus referentes de base deben buscarse en coterráneas de peso como pueden ser Susana Torres, Anamaría McCarthy, María Cecilia Piazza o Gilda Mantilla, por mencionar solo ejemplos puntuales.

En un imaginario de raíz multivivencial, el sujeto femenino y su entorno conforman el peldaño más visible de una estrategia de representación entendida como re-cartografía del territorio individual al margen de las antaño ontologías compactas y cerradas. En la voluntad de despertar significados profundos, lacasa ocupa el lugar simbólico “ideal” al que se confina a la mujer y el cuerpo  constituye una de sus herramientas principales. En la base de ese imaginario subyacen además procederes arqueológicos cuyos argumentos derivan de la autorreferencialidad, la impronta familiar y los registros de la memoria, con los signos, pasajes inmemoriales y acontecimientos de ese origen, los afectos, sentimientos doméstico-cotidianos.

Higuchi es una devoradora de imágenes, procedan estas de las revistas alemanas y japonesas de moda de los años 40 –una línea de sus ancestros es de ese origen, una de las minorías migratorias de mayor peso en el Perú– o de las pinacotecas de la pintura clásica. Desde las páginas de esas publicaciones de “vanidades” o desde el terreno mismo de la historia del arte y sus colecciones, también extrae la materia prima suficiente para puntualizar sobre los sujetos femeninos preteridos y representados según poses y actitudes en consonancia con cánones tradicionales de belleza o a partir de los oficios a estos reservados.

Refuerzan el sentido de su obra el empleo recurrente de textos, frases, sentencias del refranero popular sobre los estados de ánimo, arquetipos o conductas (la culpa, la herida, la perdida, la coqueta, sumisa, mansa, dócil, suave),  las transiciones paulatinas en la vida cotidiana de casada, soltera, viuda o divorciada, la maternidad, las recetas de cocina o el cancionero popular (arroz con pollo). Junto con la herramienta textual, el ornamento, la sensualidad, el erotismo, lo carnal, el tabú y lo prohibido, el deseo reprimido, acentúan la intencionalidad simbólica de censurar roles, valores y perfiles éticos impuestos en la sociedad dentro del concepto de lo “políticamente correcto”.

Siguiendo esta suerte de inventario de los recursos instrumentados al interior de su obra, vale destacar la presencia de referencias al ámbito de la niñez, algo que recuerda aquellas revelaciones de Roland Barthes sobre la seducción de las imágenes de la infancia. El nutrirse del repertorio infantil, de sus canciones y cuentos activa otra de sus facetas creativas en una serie de libros de artistas en los cuales versiona la Caperucita roja, Almendrita o crea sus propias fabulaciones con una imaginación no exenta de suspicacia.

Mención aparte merecen las manualidades, o los “recortables”, ideados a partir de los modelos de ese tipo –en Cuba le llamaban “cuquitas”– o de los patrones de costura. Sin distar ostensiblemente del tono predominante en sus enfoques, pues se trata de labores por igual atribuidas históricamente al llamado sexo débil, en la serie trabajada mediante este recurso, una puerta abierta impregna por momentos las imágenes de un aliento en el que la mujer podría interpretarse como fuente de vida y  prolonga una fertilidad arbórea indetenible.

A una proyección multidisciplinar de amplio espectro con despliegue del dibujo y la pintura, el grabado, la instalación y objeto y el libro de artista, añade la incursión en la cerámica, en particular en la técnica del rakú, tanto con carácter autónomo, decorativo como en el diseño de floreros, jarrones, juegos de té o café, vajillas con un fin utilitario, a la que traslada todo su universo.

Como sucede con la perspectiva de Louise Bourgeois,la esencia de su mundo expresivo responde inexorablemente a la experiencia femenina y la percepción de lo “interior”. Pero a diferencia de esta, la artista peruana no teme a las invasiones de la intimidad; todo lo contrario, discurre en términos de extroversión desenfadada. Con anclaje siempre en los lugares de la memoria con unsentido instrumental que actúa como leitmotiv y también como constante, su narrativa excede las demarcaciones de lo individual en función de deconstruir expedientes mucho más abarcadores. Sus pinturas, dibujos, grabados, recortables, cerámicas y tridimensionalidades son el corolario de límites y tensiones tanto existenciales como de experiencias colectivas y sociales compartidas de impacto global. 

Patssy Higuchi edifica una iconografía sobria, sin estridencias; no depende de grandes mediaciones, es diáfana y directa, lo cual no significa renuncie a poner ciertos putos sobre las íes. Su discursode una hondura insospechada provoca una red de sensaciones encontradas. Debe leerse entre líneas, pues puede parecer ingenua y cándida, pero a la vez resultar todo lo contrario, perversa, visceral e incisiva, si se trata de desmontar los argumentos con que históricamente se norma el campo de la mujer,  los “usos y abusos” de su imagen, de cuestionar cómo se le ve, entiende, concibe y se le representa. Nada más distante entonces de aquella canción infantil que pondera solo el “coser y bordar”.

José Manuel Noceda Fernández

La Habana, octubre de 2017.


¿Eres tú, cariño?

Ingresamos a la casa. Es ahí donde Patssy guarda su colección de revistas de costura y recortes. El espacio íntimo es punto de partida para preguntarse sobre aquellos moldes de revista que rigen el quehacer cotidiano: ¿Eres tú? Tal como lo indica el título de la exposición, esta serie de obras propone un espacio de más preguntas que certezas.

Selecciona y recorta imágenes de modelos de revista. Disecciona las partes, elige y compone grandes trozos de cuerpo como quien juega a desmembrar enormes muñecas de papel. Las traslada a lienzos en gran formato, casi publicitario. Los bordes pronunciados de los cuerpos, resultado de la imagen recortada del fondo proponen el aislamiento del cuerpo de su contexto, con un gusto en particular: la cabeza. Esta cobra protagonismo y es en el trabajo a detalle, por capas y matices, en el que busca captar la mirada esquiva por momentos, cómplice en algunos otros: la fisura de los labios y los microgestos – que no mienten- del ser humano detrás del recorte. Empiezan las preguntas ¿Eres tu?  Patssy fragmenta los cuerpos, desarma a las modelos, cuestionando aquellos estereotipos diseñados y aprehendidos desde el propio entorno y que existen principalmente para satisfacer los deseos de quienes designan lo que es o no es aceptado.

Su trabajo en papel y técnica mixta es un proceso distinto al de la pintura. Si bien ambos parten del recorte, es en el segundo momento que la artista se interesa por evidenciar la acción de alterar el molde. El material se vuelve parte importante de la significancia que tendrá la acción: el papel y sus diversas texturas y grosores son la piel y sus tantas capas. El tipo de incisión dependerá de la fuerza que se aplique sobre el mismo. Empieza probando, uniendo, trazando algunas líneas, hasta que poco a poco se avoca a la labor. Máxima concentración. Es ahí donde empieza la real incisión: entra y se sumerge, cala por capas, examina entrañas, desconecta y reconfigura nuevos sistemas -quizás menos predecibles, menos humanos y más universales-. Sus sentidos están enfocados en la precisión que la labor requiere. Inmersa en su propio sistema simbólico, brinda a cada acción una coherencia. Así, lo micro performativo, el cuerpo y los movimientos del mismo desde habilidades motrices finas -esas por norma adjudicadas a lo femenino- son pequeños e íntimos, pero decididos, tajantes y significativos. No es posible corregir cada fragmento, pero sí el modo en que se articulan. Se trata finalmente de nuevos moldes, con miles de posibilidades. ¿Eres tu?

Las preguntas buscan armar algo que quizás no tiene por qué ser armado. Son las preguntas aquellas fisuras y contradicciones que uno encuentra a lo largo de toda la obra, la representación del extrañamiento frente al estereotipo, de la ambivalencia del sentir femenino a la negación de la unidad impuesta.

Andrea Elera Coello

Noviembre de 2017